Si este título fuera la fórmula perfecta e infalible para alcanzar la felicidad, estos escritos estarían de más.
Pero la vida es más compleja y la búsqueda de la felicidad también.
Mi percepción de la felicidad, refiere a la misma como un sentimiento fluctuante, con matices, altos y bajos en
continuo movimiento, más que a un lugar, una persona, o a una configuración fija, como punto de llegada.
Es como la música. No está, sino que “es” y transcurre en el tiempo dispersándose en el espacio hasta el infinito.
Y es aquí en donde el título de este artículo empieza a tener algún sentido real.
Porque la vida verdadera es una experiencia distinta al sólo durar en el tiempo, al sólo estar o moverse.
La vida verdadera requiere del compromiso con la emoción, con el sentimiento, con la percepción sensible del
Universo en plenitud.
Y si de activar nuestra percepción, nuestro cerebro y todo nuestro cuerpo emocional se trata, pues la música es
uno de los mejores recursos.
Escuchar música, tocar un instrumento, pero sobre todo cantar.
Cantar no sólo pone en funcionamiento nuestras cuerdas vocales, nuestros labios, nuestra lengua.
Cantar implica primeramente respirar, llenar nuestros pulmones y luego impulsar el aire poniendo
en juego los músculos abdominales, los intercostales, el diafragma.
Nuestro cuerpo se tensiona y relaja suavemente, se oxigena nuestra sangre y nuestro cerebro.
Todo esto sucede espontáneamente, cuando cantamos, como un ejercicio saludable, al que debemos agregar
la innumerable simultaneidad de cambios químicos estimulantes que experimenta todo nuestro cuerpo, cuando
el cantar nos emocionamos profundamente, a partir de una melodía, un texto, un armonía.
Cantar nos expresa desde lo más hondo, nos conecta con los otros, nos hace vibrar emanando una energía
que nos produce placer, que nos vivifica.
No juzguen a priori si cantan bien o mal, si afinan o desafinan. Canten con ganas lo que les agrade cantar y
anímense a cantarle a su bebé “desde la panza”. Canten con sus hijos, hijas, padres, madres, abuelas y abuelos.
De a ratos, apaguen el televisor, la radio, el teléfono y canten en solitario y a viva voz.
Cantar no es un camino directo a la felicidad, pero suma indudablemente a la cotidiana búsqueda de ese estado
Ideal que desde siempre es anhelo de la humanidad.
Por Daniel Allaria Oriol
Anónimo
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